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La misericordia de Dios y la justicia de Dios O Subsidiariedad con Dios
Una y otra vez escucho el reproche: Un Dios-Padre que sólo es amoroso y misericordioso es injusto. Porque entonces la persona consciente y amorosa sería tratada en última instancia por Dios de la misma manera que la persona despiadada y egoísta, y eso es insoportable para nuestro sentido de la justicia.
Así que en ese caso siempre me gusta contar una experiencia personal: Un hombre de 85 años que sabía que estaba cerca de la muerte me dijo: Padre, he hecho todo mal en la vida, tengo miedo de morir. Sabía que era un hombre muy trabajador, que tenía una gran reputación en la ciudad. Estaba casado, había criado a tres hijos y le había ido bien económicamente. Se le consideraba muy generoso y servicial. Pero de joven había tenido un hijo ilegítimo en una relación superficial con una sirvienta del negocio de sus padres, pero el niño había muerto poco después de nacer. Me lo dijo uno de sus hijos. Le dije: "Creo que lo has hecho muy bien en tu vida. Pero tal vez no haya completado una tarea importante. Y es tan importante que cubre todo lo demás antes de la muerte". Me miró con los ojos muy abiertos y preguntó: "¿Qué quiere decir, padre?". Le dije: "Tienes tres hijos y una hija. Sus hijos le son muy queridos - pero usted no acogió a su hija en su corazón y lloró su muerte. Porque se alegró de que no estuviera viva y de que volvieras a ser libre para un -como se decía entonces- "matrimonio digno". Desde un punto de vista humano, esto es comprensible. Pero esta hija es también tu hija y debes acogerla en tu corazón, debes aceptarla interiormente como tu primogénita. Y dile que hoy lamentas haberla repudiado por completo. Y si hay una foto de ella, hazla copiar y dale una a cada uno de tus hijos y diles el nombre de la niña y que todos deben respetar a esta niña como su hermana y aceptarla interiormente como propia.
Tengan confianza en que Dios no los castigará por su paso en falso, sino que los llevará a su hija en la eternidad. Si sientes el dolor en el alma de tu hija de que su padre la ha rechazado interiormente y no la ha amado, y si llevas este profundo dolor de tu hija a tu corazón y lo dejas trabajar allí, entonces experimentarás la reconciliación con tu hija y Dios se alegrará con ambos de que el amor haya triunfado finalmente. Porque ésta es mi convicción: Dios sólo nos "castiga" con los tormentos del amor que nos exigen los caminos de la reconciliación. Porque el amor genuino nos hace capaces de sentir y empatizar con el dolor emocional de las personas que les hemos infligido con nuestro comportamiento. Con Dios no hay puertas cerradas. Pero nos lleva a las puertas que hemos cerrado y nos invita a aceptar y sufrir el dolor que cuesta abrir esas puertas y a buscar y recorrer el camino de la reconciliación. Y en muchos casos sólo hay reconciliación cuando nuestro amor -por la gracia de Dios- es lo suficientemente grande como para percibir el dolor del otro y acogerlo en nuestro corazón y sufrirlo. De este modo, con Dios, la misericordia y la justicia están vinculadas sin contradecirse.
Pero no debemos esperar hasta después de la muerte para estar dispuestos a sentir el dolor de los que han sufrido a causa de nuestro comportamiento. Cuanto más desprevenidos y sorprendidos estemos al enfrentarnos a estas tareas mentales, más impactante y doloroso puede ser.
Cuanto más abordemos estas tareas de reconciliación ya en esta vida y nos abramos interiormente a ellas, más felicidad y paz interior encontraremos ya en este mundo. Sobre todo, el miedo a morir será mucho menor, como me han contado algunas personas que se han acercado conscientemente a la muerte y aún así han conseguido despejar conflictos desagradables de antemano.
Manfred Hanglberger (www.hanglberger-manfred.de)
Traducido por: Luisa Gago Galvez
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